En sus inicios el lavado de dinero se llegó a considerar un tema aislado pues las instituciones financieras no se imaginaban susceptibles de ser utilizadas para tal fin. Derivado de la confianza que prevalecía en el sector financiero era impensable que los clientes con quienes se mantenía una relación comercial pudiesen ser partícipes de algo ilícito y los peores temores se manifestaban ante la posibilidad de que un cliente pudiese quedar mal en el pago de alguna contraprestación.
Por: Martha P. Morales*
Con el paso de los años esta forma de pensar se modificó al tomar auge a nivel mundial el tema: los casos de lavado de dinero comenzaron a hacerse notar al publicarse en los principales medios y trascender fronteras. Inmediatamente después las cuantiosas multas impuestas a las instituciones financieras, comenzaron a llamar la atención del sector al evidenciar una posible falla de atención en el tema de prevención.
Todo esto ocasionó que los canales para operar dentro del sistema financiero se volvieran cada día más estrechos, por lo que cumplir con los estándares internacionales se volvió una prioridad para estas instituciones, e incluso países, a fin de continuar dentro del juego. Eso ayudó a generar uno de los principales cambios en el sector: la percepción que se tenía sobre los clientes potenciales.
Actualmente ya se acepta la idea de que los criminales día a día están buscando nuevas y más complicadas formas de participar en el mercado para poder ocultar sus recursos y hacerlo pasar desapercibidos. El resultado de ese cambio de padigma es que las instituciones financieras finalmente miran hacia adentro.
Dicha tarea no se pensaba como algo fácil, si bien es cierto que las instituciones se preocupan por dar un cumplimiento cabal a la regulación, también es cierto que estamos hablando de negocios que nacen para producir dinero, lo que en ocasiones puede generar una disyuntiva entre el costo y el beneficio redundando en un cumplimiento a la normativa en su aspecto más básico, haciendo el mejor de los esfuerzos.
Esta manera de proceder del sector ocasionó que los organismos reguladores reforzaran sus iniciativas al promover, cada vez con más frecuencia, cambios a la normatividad y ser más estrictos en sus procesos de revisión, orillando a las instituciones a replantear sus iniciativas y ocuparse del tema para hacer frente a la lucha por permanecer en un mercado que, además de los riesgos inherentes que contempla, ahora cuenta con un nuevo riesgo que amenaza literalmente con sacarlas del mercado en un instante: el tan llamado riesgo reputacional.
Y entonces, ¿cómo sobrevivir en un ambiente donde el cumplimiento normativo es tan estricto que su apego puede poner en riesgo la continuidad del negocio debido a los costos que genera?, ¿cómo lograr el equilibrio al enfrentar los tan recurrentes cambios a la normatividad? Estas y otras preguntas han surgido especialmente en aquellas instituciones que van iniciándose en el mercado, y creo que las respuestas a ellas tienen que ver con el apetito de riesgo de cada administración, aunado a la necesidad urgente por modificar la manera de ver el tema normativo.
Cambiar la perspectiva que se tiene sobre el cambio normativo no es tarea sencilla. Cada vez que se emiten nuevas disposiciones se puede llegar a pensar que no son necesarias y que tan solo implicarán un mayor esfuerzo y un alto costo por parte de las instituciones, y esto en mayor medida se debe a que en ocasiones los tiempos que se dan para la implementación de dichos cambios son muy cortos, aunado a que el personal que se tiene destinado para ello resulta en ocasiones insuficiente en número.
Si las instituciones aplicaran el mismo apetito que se tiene por crear nuevos productos e innovar los servicios que ofrecen a modificar la forma de ver el cambio regulatorio, la transición sería un proceso distinto pues se buscaría que fuese un proceso planeado con definiciones claras, destinando suficientes recursos y organizado en tiempos, de modo que se pueda anticipar cualquier cambio de rumbo. Sin embargo hay que reconocer que ninguna entidad lo ha logrado a la primera porque generalmente los procesos de cambio en las se han dado sobre la marcha, sobre la base de las revisiones de los reguladores.
El tema de la prevención del lavado de dinero es un tema que llegó para quedarse, no se trata de una moda pasajera, por el contrario, es un tema que sigue evolucionando y lo seguirá haciendo a través de los años. Siempre habrá nuevas formas y métodos complejos que los criminales utilizarán con la finalidad de poder ingresar a las instituciones, de modo que el cambio regulatorio deberá ajustarse estableciendo nuevas obligaciones y nuevos controles a fin de mantenerse vigente.
No existe institución alguna que pretenda lograr resultados efímeros, ellas buscan establecerse y dejar huella al ganar la confianza de sus clientes en un sector que cada día se vuelve más vulnerable, y que al mismo tiempo continúa como un negocio bastante rentable, por lo que ver la normatividad como el vecino incómodo no ayuda en absoluto, así que la estrategia es simple: tratar de ir un paso adelante.
Por eso resulta imperativo observar el tema desde una perspectiva de cambio continuo, donde un estado de innovación constante permitirá a la institución mantenerse a la vanguardia en el tema y poder anticiparse al cambio. Para lograrlo se requiere tener un conocimiento amplio sobre el negocio llevando a cabo un análisis efectivo y periódico sobre los riesgos asociados a sus productos y clientes, aunado a las tendencias del mercado en el que se desenvuelve, permitiendo así identificar aquello que hace falta y que quizá en un futuro podría convertirse en una nueva disposición o regulación por cumplir.
Tengamos presente que el cambio normativo o regulatorio es y seguirá siendo parte de nuestros días, parte de la lucha diaria por estar preparados para enfrentar los retos que el propio mercado ofrece y por eso anticiparse permitirá a las instituciones enfrentar la transición del cambio regulatorio con una mayor facilidad, pues permanentemente buscarán nuevas formas de protegerse ante un fenómeno que comenzó a extenderse y continúa mutando con rapidez.
Como dijo el filósofo Eric Hoffer: “en tiempos de cambio, quienes estén abiertos al aprendizaje se adueñarán del futuro, mientras que aquellos que creen saberlo todo, estarán bien equipados para un mundo que ya no existe”, y en el tema de AML siempre se está en tiempos de cambio.
*Subdirectora de Cumplimiento Normativo de Vector Casa de Bolsa S.A.