Hace un tiempo leí dos artículos científicos sobre el funcionamiento de la corrupción. El primero se centraba en explicar, con conceptos económicos y usando la teoría de juegos y el equilibro de Nash, la forma en que las personas utilizan los incentivos para cometer actos de corrupción.
Por: Daniel Felipe Bustos*
Ese primer artículo fue publicado por Lianju y luyan en 2011 y puedo decir que es uno de los que mejor explica el equilibrio de Nash y los incentivos que tienen los corruptos para cometer estos actos.
Vale la pena recordar que el equilibrio de Nash es un concepto creado por el matemático John Forbes Nash, quien en su tesis de doctorado –publicada en 1951– por primera vez explica de manera matemática una serie de comportamientos y decisiones denominadas “estrategias”, que son aplicadas en diferentes juegos o situaciones que impliquen la existencia de un ganador y un perdedor.
En este sentido, Nash menciona que existe una situación de equilibrio en la que los jugadores maximizan sus beneficios sabiendo las decisiones que los demás puedan realizar, lo que a su vez maximiza su beneficio también.
Este concepto permitió explicar muchas situaciones de la vida real e incluso ayudó a realizar análisis para anticiparse a las decisiones que podrían tomar las personas en diferentes situaciones de la vida cotidiana, las cuales van desde las económicas hasta las estrategias militares.
Por eso, este concepto resultó tan revolucionario para el momento.
El texto parte de algunas premisas que, aunque parecen obvias, van adquiriendo relevancia durante el desarrollo del "juego".
Por ejemplo, mencionan que para que una persona tenga la intención de cometer un soborno, primero debe evaluar los beneficios que recibirá, los cuales –obligatoriamente– tienen que ser mucho mayores a los costos.
Además, el sobornador debe demostrar que lo que ofrece es un regalo que cuesta, que se trata de una condición de privilegio que nunca se dará bajo condiciones normales.
Es decir, el mayor incentivo para el sobornado es, en algunos casos, la demostración de poder (así realmente no lo tenga).
Bajo esta situación, los participantes únicamente maximizan sus beneficios cuando tienen total información uno del otro: el sobornado debe saber todas las posibles decisiones que tomará el "sobornador" y así, dependiendo de las decisiones, él podría determinar el costo del soborno.
De la misma forma, si la situación de juego es estática (también hay situaciones dinámicas), el equilibrio de Nash sería que los dos accedieran al soborno (ver tabla 1).
Pero el juego cambiará radicalmente si se asume una situación en la que el valor del riesgo moral y los costos del soborno son bastante más altos que el beneficio y que la recompensa de no cometer el soborno sea bastante elevada (ya sea por fuerzas que lo impidan, como regulaciones severas).
Acá entra el juicio moral individual y el juicio moral social, al que cada individuo le establece un valor intrínseco, que es diferente para cada uno.
Así pues, el equilibrio cambia y cuando el costo es mucho mayor que el beneficio nadie tiene realmente incentivos para cometer el ilícito (ver tabla 2).
Aquí la información ya no es completa y cada uno debe intentar cooperar para poder anticiparse a la decisión del otro.
Justo en este punto es cuando, a nivel matemático, se puede desincentivar al corrupto.
Sobre ello el artículo propone incrementar los costos de cometer soborno, establecer incentivos de opinión pública correcta y saber implementar la regulación, porque de nada sirve regular un comportamiento si no se sabe garantizar su aplicabilidad.
El segundo artículo, al que hice referencia en la introducción, no solamente trató de explicar con la teoría económica los incentivos del corrupto, sino que –utilizando la psicología y la neurociencia– realizó un experimento para explicar cómo el cerebro responde a estas situaciones, y las conclusiones fueron muy interesantes.
López y los demás autores explicaron en 2014 el comportamiento corrupto realizando un experimento social (para este caso también se utilizó el soborno) en el que los participantes se enfrentaron a situaciones relacionadas con actos de corrupción y utilizaron la neurociencia para poder explicar el por qué y qué decisiones se toman en el momento de cometer un acto ilícito.
Luego de varias simulaciones (denominadas como excitación emocional) se llegó a la conclusión de que el cerebro humano actúa basado en la propia ganancia inmediata, pero esos impulsos pueden ser "frenados" si las personas evidencian que se está ante un comportamiento no ético, ya sea por una fuerza coercitiva –por ejemplo, alguien externo que los esté observando– o un riesgo moral.
En esencia el comportamiento natural es pensar primero en el bien individual, pero las leyes y la mirada social son fuerzas que permiten frenarlo.
Así resulta importante evaluar nuestra conducta diaria para saber que la corrupción no solamente es un acto cometido por los políticos de turno o personas que ostentan cargos importantes que, por cualquier tipo de motivo, deciden verse involucrados en este tipo de crímenes.
La corrupción comienza por actos pequeños e incluso tan insignificantes que, quizá inconscientemente, los consideramos como un accionar "normal".
Es ahí donde radica el verdadero problema de todos los países que sufren en mayor medida este mal: justificar una conducta simplemente porque todo el mundo lo hace o porque es aceptado por la sociedad.
Eso no solamente agrava el problema, sino que en sí misma la sociedad se hace inviable.
Acá es bueno recordar el punto principal del libro ‘Por qué fracasan los países’ de Daron Acemoglu y James Robinson acerca de las deficiencias en las instituciones de un país, más cuando están permeadas por la corrupción.
Pasarse un semáforo en rojo, colarse en el transporte público, no respetar la fila en el carro mientras se está intentando pasar una intersección o pagar para que le hagan un trámite más rápido son algunos de los comportamientos que muchos, dentro de esta sociedad, consideran como algo "normal" y por eso siempre tienen una justificación para estas conductas.
Pensamos que siempre son los demás y no nosotros quienes debemos empezar por hacer cambios en nuestros patrones de comportamiento y actuar de manera íntegra sin importar si otro no lo hace.
La cura para la corrupción de cada uno de nuestros países la tenemos nosotros mismos desde nuestros pequeños actos. ¿Qué comportamientos adopta usted para disminuir la corrupción en su sociedad? o por el contrario, ¿está acostumbrado a una sociedad corrupta?
*Daniel Felipe Bustos Garnica. Economista de la Universidad Militar Nueva Granada, especialista en economía del riesgo y la información de la Universidad de los Andes. Miembro de la junta directiva de la Asociación Colombiana de Integridad, Ética y Cumplimiento (ACIEC).